Timidez y Fobia Social

Timidez y fobia social son dos términos en los que no está clara la frontera entre ambos. De hecho, el tímido manifestará su timidez en las circunstancias sociales en las que se vea envuelto, encontrándose nervioso, incómodo, dudando de sus capacidades de adecuación y respuesta. Por otra parte la fobia social nos habla de un alto grado de ansiedad ante situaciones sociales, sin embargo, sí podemos poner la frontera al definir el concepto de fobia como un miedo exagerado, potenciado porque la persona ha aprendido a controlarlo evitando afrontar la situación temida.

Es decir el tímido se pondrá nervioso, pero generalmente afrontará las situaciones sociales, de este modo, a medida que pasa el tiempo se verá más y más cómodo en aquellas circunstancias que en un principio le incomodaban y en las que no se sentía tranquilo, relajado. Así podemos ver como grandes tímidos pueden dirigirse a un parlamento, por ejemplo, con total soltura y tranquilidad, como consecuencia de la experiencia positiva de repetir la acción exitosamente, naturalmente con esta actitud consistente en encarar lo temido no se desarrollará una fobia social y si en cambio una seguridad personal.

El fóbico, puede haber sido un tímido que en un determinado momento habiendo tenido que afrontar una circunstancia social se ha puesto muy nervioso y su respuesta ha sido irse o negarse a encarar dicha circunstancia, así de forma inmediata se quedará tranquilo, pero esta tranquilidad será un refuerzo positivo, un premio a la conducta de evitación – sabemos que toda conducta que va seguida de un refuerzo positivo tiende a aumentar su frecuencia -, de este modo la próxima vez tendrá una mayor tendencia a evitar de nuevo afrontar dicha circunstancia, con lo que cada vez el miedo será mayor. Por otro lado, en el nivel de pensamiento, la idea que tiene respecto a su falta de capacidad para afrontar lo temido, se verá reforzada, ayudando a aumentar la conducta de evitación y por lo tanto el miedo irracional y en último término la aparición de la fobia.

Precisamente el miedo excesivo, irracional, sería otra de las características que nos ayudarían a diferenciar entre miedo y fobia. Queremos decir que las situaciones temidas, objetivamente no han de entrañar ningún peligro, como son por ejemplo comer con unos compañeros de trabajo o entrar a una tienda a comprar algo y sin embargo haber sido evitadas, aquí si podríamos hablar de fobia.

Además en la medida que la persona con fobia social no afronta esas circunstancias está impidiéndose el aprendizaje de técnicas y habilidades sociales que sólo se desarrollan con la práctica.

Todas las fobias conllevan un alto nivel de ansiedad y por tanto una serie de síntomas físicos que la persona tratará de evitar que se manifiesten eludiendo dichas situaciones. Estos síntomas son sequedad de boca, sudores, temblores, palpitaciones falta de concentración, sensación de mareo, rigidez muscular, etc., lo pasa tan mal, que aprende a evitar afrontar lo temido, aumentando así sus temores, la aparición de los síntomas y las ideas de incapacidad.

Las circunstancias que temen son muy variadas y van desde el temor a que les presenten a otras personas, comer o beber en público, llegar a ser el centro de atención, ser observados, hablar en público o ante un grupo de amigos, reclamar un derecho, ir a fiestas o reuniones, realizar compras en comercios, etc…

Normalmente hablamos de dos tipos de fobia social que son la específica y la generalizada. La específica sería una fobia muy concreta a una situación, como por ejemplo dirigirse verbalmente a un grupo, pero no presenta problema para el resto de situaciones sociales. La generalizada sería una fobia a todo tipo de situaciones sociales.

Al final la persona que padece este problema, sobre todo si se trata de la fobia social generalizada, ve como toda su vida está condicionada por la fobia que le incapacita, limita e impide llevar una vida normal, con un alto nivel de sufrimiento que a la postre le llevará a solicitar ayuda.

La ayuda psicológica habrá de trabajar en varios frentes. Uno será el de la información, es decir la comprensión por parte del paciente de cómo se ha originado y desarrollado el problema, otro frente de trabajo será el del pensamiento, con las técnicas de la terapia cognitiva, otro más el control de la ansiedad mediante el aprendizaje de técnicas de relajación, otro el entrenamiento en habilidades sociales y por último la exposición gradual a las situaciones temidas.

Concluiremos diciendo que estos problemas son mucho más fácilmente resolubles en sus etapas iniciales que cuando después de años están amplia y profundamente arraigados. A veces comprendiendo lo que está empezando a suceder y analizando como está actuando la persona y las consecuencias que pueden derivarse, surge la orientación adecuada y las acciones encaminadas a que uno se quede simplemente en ser un poco tímido, cosa por otro lado absolutamente normal, sin pasar a desarrollar una fobia, que ya sería un problema más serio y más dificultoso de resolver.

Miguel Ángel Ruiz González
Psicólogo colegiado BI00253