El amor de pareja

El amor de pareja

Hoy en día todos conocemos parejas que se han separado, o que se llevan fatal y lo desean. Es por tanto bastante oportuno que exista el divorcio y que la gente libremente opte por separarse cuando así lo estima.

De todos modos los terapeutas de pareja observamos que hay gran cantidad de separaciones que podrían evitarse y mejorar profundamente sus relaciones, y es que hay casos en los que por ejemplo los miembros de la pareja (uno, o los dos) piensan que si se ha perdido la pasión aquella del principio, no hay nada que hacer, o parejas que están manteniendo una postura de fuerza con respecto al otro: «cómo no cambie lo tiene claro yo no muevo un dedo», naturalmente acaban mal. Otras parejas tienen unos déficits de adecuada comunicación que también les conducen a problemas de relación.

Nosotros planteamos el amor (no hablamos aquí del enamoramiento), en términos de conducta, es decir, la base del amor como de la amistad son conductas. ¿Cómo voy a tener amistad profunda con alguien si no estoy cuando me necesita?, ¿si no escucho lo qué le sucede?, ¿si no valoro los actos que por mí realiza?, ¿si no hacemos cosas juntos?, ¿si no manifestamos nuestro agrado por las buenas cosas que le acontecen al otro? Es decir para que exista el amor tenemos que hacer algo que lo mantenga. Solemos comparar el amor de pareja a una huerta que uno posee, si mueve la tierra, retira malas hierbas, abona, siembra buenas semillas, riega, etc., el fruto que dará la huerta será más abundante y de más calidad que el que produciría sin esos cuidados. El amor de pareja es algo parecido, no basta con haber estado enamorado, es preciso cuidarlo, mimarlo, enriquecerlo, requiere una atención un cuidado específico.

Esto es algo que se puede experimentar, desde aquí quisiera invitar a las personas con problemas de relación de pareja que reflexionen, analicen, o se informen o pidan ayuda y lo prueben.

Pongamos un ejemplo, supongamos que me siento mal con mi pareja, tenemos un pequeño conflicto y hemos llegado a un punto en que casi no cruzamos palabra, por lo tanto cuando llego a casa espero a ver cómo actúa mi cónyuge, estoy pendiente de la atención que me presta, en una palabra a la expectativa de lo que hace por mí. Probablemente él/ella se encuentran en la misma posición, o sea está esperando a que me dedique a él/ella, así que no se dedica a mí y por lo tanto me enfado más y menos ganas tengo de hacer nada, con toda seguridad no estaré feliz y contento. Ahora me propongo (incluso experimentalmente), que cuando llegue a casa le llevaré un detalle, le sonreiré, le preguntaré por lo que ha hecho, me interesaré por sus cosas, trataré de que mi pareja se encuentre feliz, como sé lo que le agrada, es más que probable que lo consiga, si esto es así, nos sonreirá, a su vez se interesará por mis cosas, le resultará más fácil acercarse a mí y tener aquel pequeño detalle que yo espero que tenga, entonces me sentiré querido, atendido, en cualquier caso mejor que con la inercia de no hacer nada u otras conductas negativas, como gritar, culpabilizar, etc.

Si por ejemplo tengo esta intención de agradar a mi pareja y tengo esas conductas positivas y resulta que no me mira, ni sonríe, ni dice nada, y yo en vez de verbalizar lo que siento, decirle lo que me gustaría, preguntarle acerca de lo que le sucede, me enfado, grito, ofendo y me marcho, habré tenido el detalle la buena intención, pero habremos fallado en la comunicación, porque evidentemente con todas esas conductas comunicamos.

Ella no habrá sabido comunicar con su gesto y palabra, el agrado, y en el caso de estar enfadada, no ha  verbalizado, y controlado sus sentimientos de una forma eficaz, como sería diciendo que le agradece el detalle pero que le cuesta sonreír, mirándole, describiendo la conducta que causó el enfado sin juzgarla ni interpretarla, expresando lo que siente, pero haciéndose responsable de sus sentimientos, no culpabilizándole/se, y por otro lado, proporcionando soluciones, peticiones, acuerdos concretos.

Él también por no saber comunicar el malestar que siente, no describir la conducta de ella que causa el enojo, no decir cómo se siente, no intentar comprender las razones de su conducta ni preguntar acerca de éstas (“si no me mira ni sonríe es porque sigue enfadada, voy a ayudarla a expresar lo que siente, a asumir mi responsabilidad, a pedir disculpas de aquello que sea responsable y a reparar lo dañado”)  ni proponer soluciones, demandas concretas , habrá contribuido al alejamiento, a los problemas de pareja.

Si por el contrario lo hacemos y este tipo de actuaciones se producen constantemente y por ambas partes nos encontramos, muy probablemente ante una pareja feliz.

En el estudio de la relación de parejas lo que se observa como rasgo diferencial entre las felices y las que no lo son, es la conducta, bien por que hay muchas cosas que no se están haciendo (déficit conductual), o bien porque se están realizando conductas inadecuadas como consecuencia de fallos en la comunicación, educación, falta de información, circunstancias especiales, y un largo etcétera, pero al fin y al cabo conductas, por consiguiente identificables y modificables.

Estos comportamientos específicos, estas pautas de comunicación, unidos a la decisión de una pareja enamorada que decide un proyecto de vida juntos, proporciona los medios para afrontar con más probabilidades de éxito, esa empresa que llamamos pareja y frecuentemente acaba en familia.

Miguel Ángel Ruiz González
Psicólogo colegiado BI00253

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