Hipocondría

El término hipocondría hace referencia a una parte del cuerpo, concretamente, a la zona debajo de las costillas y del cartílago xifoides, en la que según Galeno, se encontraba la bilis negra, considerada en la teoría de los humores como la causante de la melancolía. Actualmente entendemos el término como una preocupación excesiva por la propia salud, reconociendo dos de las características de aquella definición: la «preferencia» por síntomas abdominales o gastrointestinales en los pacientes hipocondríacos y la frecuente asociación de esta condición con depresión, o por lo menos con un tono de ánimo bajo.

Los criterios para el diagnóstico se caracterizan por una existencia de síntomas físicos, por un temor a la enfermedad y una reacción de alarma ante cualquier posible signo indicativo de enfermedad, por una convicción de enfermedad, a pesar del diagnóstico negativo y la tranquilización del médico, por una preocupación general con el cuerpo, con una auto observación cuidadosa y constante, también es característica la realización de conductas propias de enfermos, como la búsqueda constante, insistente e insatisfactoria de médicos y especialistas que detecten su problema, así como por una interferencia del problema en el área laboral, social y personal del paciente.

Será preciso asimismo que no exista lesión orgánica o enfermedad física que pueda explicar los síntomas que se experimentan, y que no se de una condición psiquiátrica previa de la que puedan formar parte los síntomas hipocondríacos, como ocurriría en el caso de depresión mayor o esquizofrenia.

Por todo ello, la terapia seguirá una serie de pasos, siendo el primero dar una información precisa sobre el problema y el tratamiento a seguir al paciente y sus familiares, hemos de aceptar que todos los síntomas y molestias que siente son verdad y que él no encuentra explicación a lo que está sucediendo y que por tanto entendemos que hasta ahora haya pensado que tenía una enfermedad importante, pero esos síntomas se producen también por otras causas, así trataremos de que establezca «hipótesis alternativas» de explicación de sus dolores o síntomas, como que el temor y el miedo llevan aparejadas todas esas molestias. De otro modo, si interpreta incorrectamente las molestias («esto que me pasa no es normal, mira que si tengo un tumor…»), la tendencia natural será estar muy atento a las señales, así se tocará, comparará su estado con el de los demás, se auto observará, etc., y con ello lo que conseguirá es aumentar los malestares y por consiguiente más esa auto observación negativa y los pensamientos terroríficos de pérdida de la salud irán aumentando, creando un círculo vicioso cada vez más angustiante. Resumiendo debe comprender que la excesiva preocupación por su salud es el problema que debe aprender a resolver, también debe aprender a vivir con el mismo riesgo que las demás personas, el de no tener garantías de que no se pueda coger una enfermedad grave, ha de aprender a enfrentarse y a no evitar sus temores.

Convendrá también modificar desde el principio las conductas hipocondríacas específicas que el paciente está realizando y por las que puede estar siendo reforzado, como visitar innecesariamente especialistas, realización de análisis y otras pruebas diagnósticas, hablar de los problemas de su salud a familiares, amigos o compañeros de trabajo, preguntar detalles sobre las enfermedades de otros, palparse, automedicarse, etc. Habrá que reinstaurar gradualmente y dirigido por el terapeuta, las actividades que hubieran quedado alteradas o suspendidas por causa de la hipocondría (actividad social, laboral, ejercicio, realización de hobbies, etc.).

Las técnicas de tratamiento son múltiples, pero fundamentalmente se concretan en dos aspectos, que serían la reestructuración cognitiva (la modificación de aquellos pensamientos que le alteran), y el manejo de la ansiedad mediante las técnicas de relajación.

Otros aspectos serán mejorar la auto estima, para lo que será muy útil que llegue a comprender los por qués y cómo desarrolló esas formas de pensar  y entrenarle en técnicas de aserción, abordar las áreas conflictivas de la vida del paciente, exposición in vivo a las diversas sensaciones corporales, inundación imaginada e in vivo ante la posibilidad de grave enfermedad o muerte, etc.

El tratamiento es duro, pero el porcentaje de éxito es cada vez mayor, especialmente si respetamos los diversos compromisos a los que se llegará con el terapeuta, así como a la realización de todas aquellas tareas que se indiquen.

Miguel Ángel Ruiz González
Psicólogo colegiado BI00253