Trastorno Obsesivo Compulsivo

Las obsesiones las definimos como pensamientos, ideas, impulsos o imágenes persistentes que la persona considera intrusas e inapropiadas y que provocan ansiedad o malestar significativos. El individuo tiene la sensación de que el contenido de la obsesión es ajeno, fuera de su control y no encaja en el tipo de pensamientos que él esperaría tener. Sin embargo es capaz de reconocer que estas obsesiones son el producto de su mente y no vienen impuestas desde fuera.

Las más frecuentes son ideas que vuelven una y otra vez sobre temas como la contaminación (p. ej.,coger una enfermedad por tocar el pomo de una puerta, dar la mano, recoger algo del suelo, etc.), necesidad de poner en un determinado orden las cosas, dudas repetitivas (preguntarse a uno mismo si habré cerrado el gas o la puerta, o si me vuelvo loco y me da por matar a mis hijos, etc.), etc. Estos pensamientos, ideas, impulsos o imágenes no constituyen simples preocupaciones excesivas por problemas de la vida real, generalmente no se relacionan con hechos de la vida real.

Las compulsiones serían comportamientos (p.ej., lavado de manos, comprobaciones, puesta en orden de cosas) o actos mentales (p.ej., contar, rezar, repetir palabras en silencio) que se repiten una y otra vez y cuyo fin es aliviar la ansiedad, o el malestar que conlleva la obsesión. Así, por ejemplo, el que tiene obsesiones de contaminación se lavará continuamente, el que teme haber dejado la puerta abierta comprobará una y otra vez que está cerrada, el que cree que puede dañar a los suyos esconderá los cuchillos.

De este modo se produce un malestar significativo clínicamente, ya que se darán pérdidas de tiempo notables, que interferirán con la vida cotidiana, con sus relaciones, rendimiento laboral, etc. Estas obsesiones o compulsiones suelen reemplazar comportamientos más productivos y gratificantes y desequilibrar en gran medida la actividad general de la persona.

En el tratamiento la técnica fundamental será la exposición con prevención de la respuesta ritualizada. Consistirá en ayudar al paciente a afrontar las situaciones que teme prescribiéndole que no lleve a cabo el ritual. Lo haremos de forma gradual, por ejemplo en el caso de una obsesión a dañar a los hijos con un cuchillo, le pediremos que los saque del escondrijo, para después manejar el cuchillo en presencia de ellos, cada vez más cerca.

En la medida en que la persona ha evitado manejar el cuchillo en presencia de sus hijos, se ha lavado, o ha comprobado que el gas está cerrado, la idea de haber evitado lo peor se afianza, cobra fuerza y poco a poco la persona se verá obligada a la ritualización para seguir evitándolo. Pero no es esa la idea saludable que ha de tener, sino la de que aunque esté con un cuchillo en la mano con su hijo cerca es incapaz de dañarle, o la de que aunque no se lave después de haber cogido algo del suelo no va a contraer ninguna enfermedad, o la de que sin comprobar reiteradamente el gas no se deja abierto, para ello inevitablemente será preciso vivir la experiencia que le corrobore que esto es así.

Es preciso que comprenda adecuadamente lo que le sucede y el por qué debe afrontar su ansiedad, así se establecerán contratos sucesivos de conductas de exposición a lo temido en orden creciente de dificultad.

Además nos apoyaremos en otras técnicas que pueden ser de gran ayuda, como el dominio de la relajación que le ayudará a afrontar las ansiedades que aparecen durante la exposición sin realizar el rito. También es aconsejable la terapia cognitiva, ésta permitirá el desarrollo del conocimiento de los pensamientos que acompañan la obsesión o el rito, dándole la oportunidad de analizarlos, criticarlos, racionalizarlos y sumando así mas bazas enfocadas a la necesidad e interés de la realización de las tareas prescritas. Este trastorno afecta a un 2% de la población general, lo que significa que en España habrá unas 800.000 personas que lo padecen, es por lo tanto un problema importante, pero no solo por la cantidad de gente que lo padece, sino además por el grado considerable de sufrimiento que acarrea y la pérdida de libertad de quien lo padece, ya que se ve sometido a unas rumiaciones constantes y a la realización inevitable de determinadas conductas encaminadas a reducir la ansiedad.

Miguel Ángel Ruiz González
Psicólogo colegiado BI00253