Soluciones Simples a Problemas Complejos
Cuenta Plutarco en sus crónicas, que en la ciudad de Mileto, en Asia Menor, por una causa desconocida, un estado mental anómalo se apoderó de las muchachas milesias llevándolas al suicidio. Era como si la atmósfera estuviera envenenada, como si se propagase una especie de epidemia que llevaba a las jóvenes al ahorcamiento. Por más sermones que se daban, por más intentos de control y de persuasión que se hicieran, por más argumentos que se utilizasen, nada parecía poder evitar aquellas muertes. Esto continuó hasta que, tras consultar a un sabio sobre qué hacer, el senado, siguiendo su consejo, promulgó una ley por la que se decretaba que, a partir de ese momento, los cuerpos de las jóvenes suicidas, serían expuestos desnudos en el centro de la plaza del mercado, hasta su putrefacción. La aprobación de esta ley y los carteles promulgándola por toda la ciudad, inhibieron totalmente los suicidios.
Éste es un magnífico ejemplo de cómo, frecuentemente, problemas complejos pueden tener soluciones simples.
En los tiempos que corren, cada vez se hace más y más necesario poder resolver problemas con la mayor rapidez y el menor coste posible, eso sí, sin perder eficacia, y siempre que sea posible, con resolución definitiva. También en la psicoterapia se hace necesaria esta eficacia y rapidez, y la verdad, es que con los aportes de las diferentes escuelas, se va avanzando cada vez más en esta dirección.
Una de las cosas que puede retrasar un proceso terapéutico, es la extendida creencia de que para resolverlo habrá que conocer qué lo causó, y esto, no siempre es fácil, es más, a veces es imposible determinar su origen. Pondré un ejemplo, los seres humanos hemos podido utilizar determinadas hierbas para curar ciertas enfermedades, sin conocer qué las causaba. Simplemente sabíamos que tomando determinado mejunje desaparecía el mal. Otro ejemplo sería el narrado más arriba por Plutarco, en el que no hizo falta tener certeza de qué lo originaba para dar con una solución y poner fin a los suicidios.
Desde un punto de vista práctico esta apreciación es crucial, de otro modo nos empeñaremos en conocer la raíz de un mal, como paso previo y necesario para acabar con él y esto, nos hará perder muchísimo tiempo, además de ser innecesario en muchos casos.
Cuando alguien está enfermo ¿qué le interesa más?, ¿sanar o saber por qué está enfermo?. Sin dudar, diremos que sanar. Por supuesto que saber por qué enfermó, será útil y necesario para evitar enfermar de nuevo en el futuro, comprender mejor la enfermedad y mejorar las pócimas, medicamentos o técnicas que la eliminen.
Lo perjudicial es establecer como principio inamovible, que he de conocer el por qué de un problema, trastorno o enfermedad, para resolverlo.
Este principio, en ocasiones, y especialmente en algunas escuelas de la psicología, ha ido más lejos y ha manifestado que la simple comprensión, el conocer la razón o razones del origen de un trastorno, es suficiente para acabar con él, para que se produzca la curación, lo cual, es absolutamente falso.
Cuando una persona comprende porqué tiene determinado problema, o cuál es su origen, es posible que cambie de actitud como consecuencia de ese nuevo conocimiento y sane. Pero lo que le habrá ayudado, será su cambio de actitud ante su problema y no tanto el conocimiento del porqué. Sin embargo, en el empeño de averiguar de dónde viene, podemos invertir multitud de sesiones que no nos conducen a la solución con la celeridad deseada por el paciente.
Por otro lado, es más fácil comprender un problema mediante su solución. Para aclarar esta idea volvamos al ejemplo anterior en el que sabíamos que determinadas hierbas curaban una enfermedad, pero desconocíamos por qué enfermó la persona. El hecho de que conozcamos cómo se resuelve, reduce considerablemente los datos que habrá que analizar en la interacción entre la enfermedad y su solución.
Con ello no quiero menospreciar la enorme importancia que tiene conocer lo que causa un problema, simplemente quiero afirmar que no siempre estamos en condiciones de averiguarlo, y que lo que podemos hacer es probar cosas que nuestra experiencia e intuición nos dicen que pueden ser útiles y que tenemos la seguridad de que no van a causar daño. Es decir, puede resultar muy conveniente centrarse en la solución, más que en el por qué de un mal, de un problema.
En la experiencia psicoterapéutica vemos como en ocasiones no sirve de nada o de muy poco, saber por qué una persona tiene una fobia. Por ejemplo, puede ser por una experiencia traumática del pasado. Sin embargo, esto no arregla nada, lo que sí resultará eficaz es cambiar lo que la persona está haciendo ante su problema, pues eso, y no otra cosa, será su problema, ya que si hubiera hecho lo adecuado, su problema habría desaparecido.
Éste es otro concepto importante a tener en cuenta, y es el de que cuando tenemos un problema, hacemos cosas con el fin de reducir el sufrimiento, en definitiva de resolverlo. Pues bien, si así fuera, si fuera eficaz la acción llevada a cabo, el problema desaparecería, si no lo hace, es probable que lo que hace la persona, dicho intento de solución, no sólo no lo resuelve sino que genera, mantiene o empeora el problema.
Pongamos un ejemplo clarificador. Imaginemos que estamos ante una persona deprimida. Si le preguntamos qué hace ante ese estado en que se encuentra, es posible que nos conteste que lo que hace es dormir, tumbarse, esperar a que se le pase, evitar salir en ese estado a la calle, evitar estar con gente y hablar con ella, incluso por teléfono… Aquí podemos apreciar que lo que la persona hace ante su depresión, es en realidad su problema. Si preguntamos al fóbico sobre qué hace ante la situación o circunstancia temida, nos dice que evitarla, sin embargo, vemos que precisamente eso que hace, es su problema. Por tanto, interviniendo y cambiando las soluciones intentadas por la persona, puede ser una manera de resolver un problema sin necesidad de comprender su origen.
Este enfoque es el que tiene la Terapia Breve Estratégica, en auge, y es que su eficacia está siendo demostrada cada vez con mayor rigor.
En nuestra experiencia de los últimos años así lo vemos. Problemas que presentaban una resistencia enorme a su extinción, ahora pueden ser resueltos, en muchos casos, con asombrosa rapidez y eficacia.
Una crítica que se le suele hacer a esta escuela es la de que si nos centramos en la solución únicamente, no habremos corregido el problema de fondo y que simplemente lo que habremos hecho, habrá sido erradicar un síntoma, y que por tanto, no tardará en manifestarse el problema de fondo con otra sintomatología. Sin embargo, esto no es cierto, pues con estas técnicas, se comprueba con la consolidación, que eso es falso. El periodo de consolidación, hace referencia al tiempo en el que se irá afianzando más y más la experiencia emocional correctiva, es decir, la nueva forma de actuar, pensar, sentir y por tanto de afrontar, las circunstancias en las que se presentaba su trastorno, sin que éste se manifieste. Esta fase de consolidación, que puede durar pocas sesiones (entre cuatro y ocho, por ejemplo), puede darse en un espacio de tiempo de dos años, lo que nos permite afirmar, categóricamente, que no se produce la aparición de otros problemas como consecuencia de no haber tratado el problema de fondo al que se suele aludir.
Es decir, cuando una persona resuelve en seis, ocho o diez sesiones, por ejemplo, un trastorno de ansiedad, que puede venir arrastrando toda la vida, y después de dos años vemos que sigue igual de bien, además observamos que mantiene una conducta adaptada y sin sufrimiento emocional, entendemos que ha de ser considerado como todo un éxito. Esto es una realidad en muchos trastornos y problemas que nos consultan en psicoterapia, que no debemos dejar de contemplar.
En definitiva, todo aquello que provoque en el paciente, una forma diferente de vivir aquellas circunstancias en las que sufría o no afrontaba, produciendo una experiencia emocional distinta, sin sufrimiento y adaptada, que llamamos correctiva, será bien recibida por él y por todos los que indirectamente se ven afectados por su problemática. A a partir de ahí, habrá que consolidar esa nueva experiencia emocional correctiva y de manera independiente a que sepamos, o no, el origen del problema.
Por tanto y por último, afianzaremos la idea de algo que vemos con cierta frecuencia en la vida, y es el cómo una o varias experiencias pueden cambiar totalmente el devenir futuro de una persona. A veces, tras una determinada experiencia, la persona hace un cambio radical de conducta que resuelve su problemática y la saca del atolladero. Esto es algo que ha de investigarse. Sobre ello, es también sobre lo que indagan estas nuevas disciplinas terapéuticas, esos cambios o el uso de estrategias, que llevan a la persona a la experiencia emocional correctiva de forma rápida y en ocasiones, sin que casi se dé cuenta, no comprenda, al menos en un principio, qué ha sucedido y no entienda porqué ya no sufre donde antes sí sufría.
Miguel Ángel Ruiz González
Psicólogo colegiado BI00253