La Inteligencia Emocional

Rescatamos del baúl de los recuerdos este breve artículo sobre Inteligencia Emocional, el cual fue publicado hace ya 15 años por Miguel Ángel Ruiz González (Presidente de la Asociación Vasca Pro Salud Mental y Director del centro Psicología Clínica Miguel Ángel).

¿Cuántas cosas más sabemos desde entonces?

INTELIGENCIA EMOCIONAL

Es éste un término acuñado popularmente por Daniel Goleman que surge ante la necesidad de explicar por qué personas con una alta inteligencia racional -ésa que siempre han medido los tests, el C.I.-, en muchas ocasiones no consiguen el éxito en la vida que según dicha inteligencia sería razonable esperar. Sin embargo, personas que la tienen mucho más baja, pueden alcanzar altas cotas de desarrollo personal y éxito general más elevado que las primeras, esto sería debido a la inteligencia emocional, que sí, parece ser un buen predictor del éxito.

Anteriormente fue Howard Gardner de la universidad de Harvard el que en la búsqueda de las diferentes inteligencias que pudieran explicar el concepto de inteligencia general como el hecho de ser capaz de resolver los problemas con que se encuentra un ser humano cada día, habló de siete Inteligencias que serían la Lingüística, la Lógico-Matemática, la Musical, Espacial, Quinestésica-corporal, Interpersonal e Intrapersonal, estas dos últimas serían las que se acercarían mucho a lo que Goleman llamó inteligencia Emocional. Para el Dr. Gardner harían referencia a la capacidad de comprender a otras personas y a la del entendimiento de uno mismo, autoconocimiento.

La inteligencia Emocional, según Goleman, abarca cinco competencias fundamentales:

  • El conocimiento de las propias emociones.
  • La capacidad de controlar dichas emociones.
  • La capacidad de motivarse uno mismo.
  • El reconocimiento de las emociones ajenas.
  • El control de las relaciones.

Sería por tanto una forma de interactuar con el mundo teniendo en cuenta los sentimientos y emociones. Las habilidades que englobaría, serían el control de los impulsos, la autoconciencia, la motivación, el entusiasmo, la perseverancia, la empatía, la relación social, etc.

Además, sería susceptible de desarrollarse con el aprendizaje, ya que la herencia genética nos dota de un bagaje emocional que determina nuestro temperamento, pero los circuitos cerebrales implicados en la actividad emocional son extraordinariamente maleables con la experiencia. Es decir que las lecciones emocionales que aprendimos en casa, en la escuela, durante la niñez, modelan estos circuitos emocionales tornándolos más aptos, o más ineptos en el manejo de los principios que rigen la inteligencia emocional.

Así, un niño educado de forma respetuosa con sus sentimientos, incitado desde pequeño a ponerse en el lugar de las otras personas, ayudado a expresar y canalizar sus emociones de forma positiva, etc., será un niño asertivo, sensible a las necesidades ajenas, y por lo tanto querido y respetado. Si además aprende a controlar sus impulsos, porque aprende a conocer sus emociones en el momento en que suceden, es muy probable que la vida le vaya muy bien, aunque su inteligencia racional resulte ser normal.

Respecto al mundo empresarial y profesional, Goleman concluye que desde los puestos de trabajo más modestos hasta los altos cargos directivos, el factor determinante no es el C.I., ni los diplomas universitarios, ni la pericia técnica, sino la inteligencia emocional. Él nos demuestra que autoconciencia, autoestima, autocontrol, empatía, dedicación, integridad, habilidad para comunicar, pericia para iniciar y aceptar cambios, son las competencias más relevantes en el mundo laboral.

Para concluir diremos que el grado de desarrollo de la inteligencia emocional no está determinado genéticamente y tampoco se desarrolla exclusivamente en nuestra infancia. La inteligencia emocional constituye un proceso de aprendizaje lento, que prosigue durante toda la vida y que nos permite ir aprendiendo de nuestras experiencias. De hecho los estudios que han tratado de rastrear el proceso evolutivo de esta inteligencia a lo largo de los años, parecen señalar que las personas desarrollan progresivamente mejor este tipo de aptitudes en la medida en que se vuelven mas capaces de manejar sus propias emociones e impulsos, de motivarse a sí mismos y de perfeccionar su empatía y habilidades sociales.

Miguel Ángel Ruiz González
Psicólogo colegiado BI00253